El Papa León XIII nos exhortó en Sapientiae Christinae del 10 de enero de 1890 a defender y proclamar la verdad de la fe católica en todo momento sin falta. Salvaguardar la integridad de la Fe, insiste, es un deber que pertenece a cada uno de los fieles y no solo a los que tienen poder de gobierno. Además, el que guarda silencio frente al error es repulsivo para Dios e indigno de la salvación eterna. Estas son lecciones importantes para el clero progresista y los laicos de nuestros días.
PAPA LEON XIII
Pero en la misma materia, tocante a la fe cristiana, hay otros deberes cuya observancia exacta y religiosa, necesaria en todo momento en aras de la salvación eterna, lo es más especialmente en nuestros días.
En medio de una opinión tan imprudente y generalizada, es, como hemos dicho, el oficio de la Iglesia emprender la defensa de la verdad y desarraigar los errores de la mente, y esta acusación debe ser observada en todo momento sagrada por ella, teniendo en cuenta que el honor de Dios y la salvación de los hombres le son confiados a ella.
Pero cuando la necesidad obliga,no sólo aquellos que están investidos con el poder de gobernar están obligados a salvaguardar la integridad de la Fe, sino que, como sostiene Santo Tomás, cada uno tiene la obligación de mostrar su fe ya sea para instruir y alentar a otros de los fieles o para repeler los ataques de los incrédulos .
Retroceder ante un enemigo o guardar silencio cuando de todos lados se levanta tal clamor contra la verdad, pertenece a un hombre desprovisto de carácter o que alberga dudas en cuanto a la verdad de lo que profesa creer. En ambos casos, tal modo de comportarse es vergonzoso e insultante para Dios, y ambos son incompatibles con la salvación de la humanidad. Este tipo de conducta es provechosa solo para los enemigos de la Fe, porque nada envalentona tanto a los malvados como la falta de valor por parte de los buenos.