¿ES POSIBLE EL SACERDOCIO FEMENINO?
El sexo femenino no puede recibir ningún tipo de Orden Sacerdotal.
La razón de ello es que no está en la naturaleza de la mujer serlo ya que Cristo, único y eterno Sacerdote, tiene sexo masculino (Gálatas 3,27-28). Además de esto, no hay ninguna ley positiva apostólica al respecto (“Las mujeres callen en la Iglesia” 1 Cor 14,34; 1Tim 2,11-12).
Las diaconisas de la Iglesia primitiva eran aquellas que se ocupaban de la instrucción de las mujeres catecúmenas, las que auxiliaban en el bautismo de inmersión de las mujeres, las que vigilaban la puerta de entrada de las mujeres durante la liturgia, y las que se dedicaban a las obras de caridad (Cons. Apostólica 8,28).
San Epifanio observa: “Todavía hay en la Iglesia una orden de diaconisas, ellas no fueron instituidas para las funciones sacerdotales o para algún servicio semejante, sino solo para velar por las buenas costumbres de las mujeres” (Haer. 79,3).
“Desde que el mundo es mundo jamás una mujer sirvió al Señor como sacerdote” (ib 70,2; cfr. Tertuliano, de vel. vig. 9).
Así como se ha encontrado éste título de diaconisa en los escritos antiguos, así también se han encontrado títulos como “sacerdotisas” o “obispas”, pero de ninguna manera se refieren éstos títulos a que estas mujeres tuvieran alguna orden sacerdotal. Estos títulos se usaban en aquella época para designar a las que habían sido esposas de los sacerdotes u obispos, especialmente cuando, al renunciar voluntariamente a su matrimonio, ellas habían permitido al marido abrazar el estado Sacerdotal. También se usaban esos títulos como costumbre de aquella época para llamar de ésta manera a las propias madres de los sacerdotes.
Más tarde existieron las Abadesas. Las Abadesas NO eran revestidas de ninguna función clerical como los Abades, sino que aunque recibían una bendición solemnísima durante la cuál se les hacía entrega de las insignias correspondientes a su cargo para ejercer cierta jurisdicción sobre los habitantes del Convento, sin embargo, como K.H. Shafer afirma, apoyado por las antiguas oraciones medievales (Const. apost. 8,19), de que a éstas Abadesas nunca jamás fueron promovidas a las Órdenes sagradas, y eso a pesar de la gran necesidad que llegaba a existir de tener más sacerdotes o ayuda sacerdotal; y eso lo prueba el hecho que que jamás en la historia de la Iglesia se le permitió a las mujeres la distribución de la Sagrada Eucaristía (La tradición de la Iglesia nos enseña de que ni siquiera la Santísima Virgen María tocó algún vez la Sagrada Hostia).
Tertuliano escribe: “Non permittitur mulieri in ecclesia loqui, sed nec docere, nec tingere, nec offerre, nec ilíus viriles muneris, necdum sacerdotalis officii sortem sibi vindicare” (De vel. virgo. 9”. No está permitido que una mujer hable en la Iglesia, ni que enseñe, ni que se le laven los pies, ni ofrecer, ni que tenga responsabilidades, ni atribuirse ningún tipo de oficio sacerdotal”
Conclusión:
Por estos mismo motivos, a las mujeres jamás les fue permitido y jamás les podrá ser permitido (ni el Papa podrá cambiar ésto) alguna función sacerdotal como predicar, o bautizar, o distribuir la Santa Comunión, ni ser acólitos, ni ayudar en el Altar, ni hacer lecturas en la Iglesia.
Nota: Con respecto al diaconado femenino en la época apostólica, ver Rom 16,1.6,12: Tim 5,9-10