Fiesta de la Asunción de la Bienaventurada Siempre Virgen María

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El Sumo Pontífice Pío XII, por su constitución dogmática Munificentissimus Deus, de 1° de noviembre de 1950, lo definió solemnemente con estas palabras:

“Para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para acreditar la gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste. Por eso, si alguno, lo que Dios no quiera, osase negar o poner en duda voluntariamente lo que por Nos ha sido definido, sepa que ha caído de la fe divina y católica”.

Se señalan 3 aureolas, conforme a las tres victorias privilegiadas correspondientes a los tres combates que amagan a cualquier hombre: contra la carne, el mundo y el demonio. Enseña Santo Tomás:

“En la lucha contra la carne obtiene una gran victoria el que se abstiene por completo de las delectaciones venéreas, que son las principales en este género; como son las vírgenes, y por esto se les debe la aureola de la virginidad. En la lucha contra el mundo, la principal victoria está en sufrir la persecución del mundo hasta la muerte; y esta segunda aureola se debe a los mártires, que consiguen la victoria en esta lucha. En la lucha contra el demonio, la principal victoria está en apartar al enemigo no sólo de sí, sino también del corazón de los demás, lo que se realiza por la doctrina y la predicación; y por esto la tercera aureola se debe a los doctores y predicadores”.

La Bienaventurada Virgen fue adornada más ilustre y eminentemente con las tres aureolas dichas, pues María conservó perpetuamente purísima virginidad de alma y de cuerpo, fue la principal maestra de la fe, y fue más que mártir tolerando en la pasión de su Hijo penas más dolorosas que la misma muerte.

Por el oficio de la maternidad de Dios está adornada María con cierto resplandor singular, que es más perfecto y de un orden más elevado que toda otra aureola; este resplandor es ciertamente singularísimo y como insignia de su regia dignidad y principado sobre todos los bienaventurados.

El cuerpo de la Virgen Madre de Dios, además de las dotes comunes a los cuerpos gloriosos, brilla con singular hermosura.

Y así lo estuvieron en la Santísima Virgen, cuya bienaventuranza es incomparablemente superior a la de todos los Santos.

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